Enraizar da un principio de estar conectado a la tierra.
Lo mineral, lo orgánico, el sustrato. ¿De dónde vengo?, ¿Quién soy?, son preguntas que surgen cuando empieza la práctica de asentarse en la postura que aquieta no sólo al cuerpo sino a la mente y al corazón.
En esta base, se puede reconocer en profundidad los pies y las piernas como elementos indispensables para comenzar la práctica de yoga.
Empezando desde abajo y reconociendo el empuje de los pies de manera uniforme a la esterilla, no es tarea fácil. A menudo nuestra base está debilitada por el uso del calzado y perdemos sensaciones. Inclusive los pies a veces encogidos y poco dúctiles a la hora del movimiento. Pero el echo de posicionarse de pie, da un principio de conexión profunda a la tierra. Al ancla que supone estar presentes de una manera serena, sin necesidad de poner mucha fuerza sino estableciendo ese enraizamiento en los pies que sube dando fuerza y firmeza a las piernas. Y al resto del cuerpo que recibe ese impulso para estar en el eje, en la alineación que se pide en la práctica tanto interna como externa.
El entreno va calando, y dejando esa huella de estar conectado a los cimientos, como dejando ver a través del dibujo del árbol que el ser humano puede también notar el equilibrio parecido a la postura del árbol o Vrksasana que en la esterilla refleja el dominio de los pies y las piernas enraizados.